Fernando Gonzalez
Cómo se que en Valencia, donde naciste, el mediterráneo perezoso se presta para conversaciones sin fin y que el haber nacido cerca del mar (y morir tan lejos) te hizo un cultivador excelso de la «Anécdota» o el arte de reírse de un recuerdo; yo, un pobre televidente que desde niño se acostumbró a verte y que desde entonces ya te veía cariñosamente viejo, quiero contarte una pequeña anécdota.
Esta no es una historia de la Televisión, Fernando, es una historia de la Radio. Tu que fuiste un mago de los directos, sabes que la inmediatez hace que los periodistas cometan ciertas estupideces que en el momento creen geniales, por ejemplo concebir algo tan ridículo como «El Tema del dia» ¿Cómo asignarle un tema al día antes de que el día suceda? El ejercicio siempre girará en torno a un asunto pasado o la suposición de uno futuro, ¡vaya sandez!. Pero en algunos programas matutinos, suelen tener un sólo tema sobre el cuál la gente llama y opina.
Antes de tu retirada en algún punto de los 90s Julio Sanchez Cristo, mejor conocido como «Julito» hizo gala de su soberana angostura intelectual cuando mi papá, un hombre que nunca había llamado a opinar a un medio de comunicación, porque como el mismo decía andaba con el «opinador» dañado, levantó el auricular de un viejo teléfono de disco y marcó con paciencia el número que anunciaban para que la audiencia diera respuesta a la siguiente pregunta: «¿Cuál es el colombiano que más admira?» Cuando ya el programa radial terminaba y la admiración de la gente no acababa de resolverse entre Gabriel García Marquez y El Pibe Valderrama, mi papá entro en contacto con la voz altiva de Julito y en el momento de responder pronuncio tu nombre: «Fernando Gonzalez» La mesa de trabajo celebró la respuesta y complementó: «Claro el querido pacheco, el grande de la Televisión» antes de terminar los halagos mi padre corrigió: «No sean bestias, me refiero a Fernando Gonzalez el filósofo de Otraparte» Julito colgó el teléfono y dejo a mi papá con una extraña satisfacción: haber despertado en algún oyente, e incluso en el mismo conductor del programa, la inquietud por conocer al autor de «Viaje a Pie» y el «Hermafrodita dormido»
La muerte, querido Fernando, me la imagino, tu me dirás, como volver a aquella arcilla en donde el ego y el orgullo alguna vez se formaron, dónde el nombre propio se pierde y conservamos el fuego primitivo que somos, ya no hay reflejos y e ilusiones de ser alguien, aún si se hubiera sido muy famoso. Vuelves a ser el bebé que nace en Valencia en medio de la Guerra Civil, el payaso,el torero. el boxeador, el piloto, el paracaidista y también, por qué no, el filósofo de Envigado. Vuelves a ser todas las posibilidades, vuelves a ser todos y nada.
¿El mar y la muerte se parecen, Fernando? Alguna vez dijiste que cuando trabajabas de marinero raso en la flota mercante GranColombiana, a comienzos de los años 50s, habías descubierto que «somos una pulga ante la inmensidad del mar» Fernando, la pulga que fuiste, de la especie de pulga que hayas sido, de este u otro planeta, fue muy luminosa. Adeu.