La delgada Línea de Pablo Montoya

Publicado: julio 30, 2013 en Semblanzas de malditos

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Difícil imaginar a un hombre tan flaco como Pablo cargando instrumentos destemplados para una banda itinerante. Trompetista de los Diablitos,  sus pulmones  a flor de piel  soplaron las notas de cumbias y porros,  ambientando las verbenas más delirantes y las fiestas familiares de Boyacenses rubicundos

En el Subterráneo de Montparnasse, el mismo Pablo, algunos años después, más flaco aún (lejos de la papa criolla y el cocido de alubias)  reunía en su sombrero las monedas necesarias para el Baguete y la pensión, después de intentar alguna frase de jazz en un saxo tenor, que en aquellos días de hambre Parisina, era más ancho que él.

«Seco de carnes, enjuto de rostro» Así, este escritor musicópata, nacido en el infierno de Barrancabermeja al lado de Río Magdalena, criado entre las Montañas de Medellín;  huidizo, ligero, plumífero, concibió una de las obras literarias más robustas de nuestras letras.  Y la escribió mientras escapaba de su condición de paisa, de colombiano, de contemporáneo. Siempre huyendo.

Así entiendo la delgadez de mi querido Pablo. La finura de su cuerpo y de su obra, le permitió colarse por las hendiduras del tiempo y reencarnar a Ovidio en su atribulado destierro (Lejos de Roma) le permitió situarse sin ser descubierto, en ese filo privilegiado donde los observadores esperan la desnudez femenina (La sed del ojo)

Sólo un flaco como tu puede volar por los siglos,  sobre guerras y pestes, y situarse en un año lejano, como pájaro que se posa en una rama a descansar.

 

 

 

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